Cartel de las Glorias de Alcalá de Guadaíra 2021.
Fotografías de Alejandro Calderón del acto de presentación.
Descripción de la obra por parte de su autor, Jesús Zurita Villa.
«Todos lo tiempos se unen en el Apocalipsis, en el mismo se describe a la Virgen como una mujer vestida de sol, coronada por estrellas a la que en un momento determinado “le fueron dadas a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volara al desierto, a su lugar, donde es alimentada un tiempo, y dos tiempos y medio tiempo, lejos de la presencia de la serpiente”.
Se trataba de pintar un cartel como detenido en el tiempo, para, de algún modo u otro, representar este tiempo sin tiempo en que vivimos, como queriendo ver en la contemplación de María el medio a través del cual podamos conectar con la parte de Dios que llevamos dentro, entendiendo que María es, en ese sentido, la mujer elevada sobre todos los hombres, el primer sagrario del mundo que brilla en su vientre como un sol radiante timbrado de estrellas que une el día y la noche, la manifestación tangible de la gloria de Dios prometida. Aparece en este caso, además, tocada por dos alas de águila de altos vuelos, que estamos en Alcalá y aquí las aves son los ángeles que manda el cielo para indicar donde encontrarnos con Dios, entiéndanse también las alas de águila como un atributo del animal que vence a la serpiente, en contraposición al animal monstruoso le salen alas de mosca, que Belcebú, el demonio, es el príncipe de las moscas.
Entiéndase así, e interprétese que este cartel quiere representar la gloria más alta, la gloria misma que es María Inmaculada, portentosa en el cielo, con el porte de una diosa clásica, con el brillo y el misticismo de una imagen antigua, con las manos cerradas para unir a todo el mundo bajo el cielo de sus ojos y el jardín de su manto, después de que su hijo, en el gesto de amor más grande de la historia abriera los brazos en la cruz y rasgara el velo del templo para cobijar a toda la humanidad en el que más allá de los símbolos y los atributos quizá sea uno de los signos cristianos más potentes: el de la belleza, que de Dios proviene y a Dios conduce.»